Diga no y siéntase bien

Cuántas veces
has dicho sí, queriendo decir no, y después de eso siente una inmensa culpa por
terminar actuando de una manera distinta a lo que realmente sientes; comienza a
auto flagelarse, por no haber podido decir no, le da vueltas y vueltas en su
mente a los posibles escenarios y sigue sintiéndose mal, por no poder
manifestar sus emociones. Un sí, fundamentado en el temor a que el otro se
ofenda o para evitar un conflicto, discusión o pelea, es una forma de complacer
a los demás a costa de la paz interior.
Decir sí, por el
miedo a que se termine la relación, a perder el vínculo afectivo o creer que
los motivos o justificativos no son los suficientemente valederos, nos
convierte en esclavos dependientes de afectos y adulaciones, por estar
dispuestos sin controvertir o rechazar lo que nos proponen o piden. Ese es un
sí, para retener a la persona o para comprar afecto, que al final no es
verdadero y sólo existe mientras estemos dispuestos a complacer.
Esos temores
aumentan cuanto más cercana es la persona a quien debemos decirle no. Es
difícil dejar de complacer al hijo, al 
hermano o esa persona que queremos y es tan  importante en nuestras vidas, que nos da pena
lastimarla o hacerla sentir mal y terminamos cediendo, a cambio de ser nosotros
quienes carguemos con la culpa del sí. Muchas veces sacrificamos nuestra manera
de pensar o de actuar para complacer a los demás, por el temor de cómo se pueda
sentir esa persona y dejamos a un lado nuestro criterio aunque consideremos que
un no, sería la mejor respuesta en ese momento.
Tampoco es caer
en el otro extremo diciéndolo de tal forma que hiera, hay que aprender  a decir que no, de buena manera, sin generar
ansiedad, culpa o miedo; aprendiendo a identificar los pensamientos
irracionales que no nos permiten decir no. Partamos del hecho que el no,
significa solamente eso y la carga emocional que se le agrega, corre por cuenta
de quien lo hace y de acuerdo a la forma en que interpreta la realidad. El no,
debe expresarse de manera firme y segura, sin sentir enojo ni malestar; además,
se trata de un derecho humano, a poder decir no, a todo aquello que uno quiere
decir no.
Estas tensiones
no sólo son propias del círculo familiar o de amistades; cuando se trata de
relaciones laborales, los subalternos por complacer a sus superiores,
extralimitan sus funciones al permitir que las exigencias vayan mucho más allá
del aspecto netamente laboral; y jefes, que mal interpretando su posición,
avasallan a sus trabajadores “obligándolos” a efectuar labores que no le
competen. El problema no está en el favor al jefe; sino, que aprovechando su
condición y poder, haga mal uso de él, en detrimento del trabajador y su salud
mental, quien de mala gana pueda complacerlo para obtener sus favores o
sostenerse en el puesto. 
Muchas personas
consideran esto lealtad, pero se puede convertirse en mecanismo de
supervivencia; a la hora en que se necesite el respaldo, este trabajador no va
a dar buena cuenta y simplemente se acomodará a las circunstancias de su
ambiente laboral. Es por eso, que un buen administrador crea un clima de
confianza, donde un sí, a una actividad laboral o personal extra, tiene la
perfecta connotación y no genera tensión en el trabajador, y el no, es
asimilado sin afectar las relaciones laborales, ni personales. 
Escribió Carlos Merlano Blanco

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